CHEMA GARCÍA IBARRA: “Me encantaría ver una película seria con acento murciano”

Esfinges, extraterrestres, videntes, ventrílocuos, luces de neón, sociedades secretas, desapariciones inexplicables y mensajes cósmicos; todos estos elementos convergen en el imaginario cinematográfico de Chema García Ibarra (Elche, 1980). Director de cortometrajes como El Ataque de los Robots de Nebulosa-5 (2009) y Misterio (2013), García Ibarra lleva más de una década recolectando vítores y alabanzas en festivales como Cannes, Sundance y San Sebastián. Este año, el director debuta en el terreno del largometraje con Espíritu Sagrado, una cinta que llega a nuestros cines este viernes 26 de noviembre y que ya ha sido nominada a los Premios Feroz  y galardonada con una mención especial en la pasada edición del Festival de Locarno.

Espíritu Sagrado narra la historia de José Manuel, propietario de un bar en la ciudad de Elche y miembro devoto de Ovni Levante, la asociación local de amantes de la ufología. La vida de José Manuel da un vuelco el día que Julio, líder de la asociación, muere repentinamente. Paralelamente, la población queda compungida tras la reciente desaparición de la pequeña Vanessa, de seis años. A través de la ciencia ficción, el surrealismo y el costumbrismo pintoresco, García Ibarra construye un universo donde lo esotérico y lo cotidiano conviven en perfecta harmonía y nos deleita con una cariñosa exploración de los rincones y rarezas de su ciudad natal.

Antes de nada, muchas felicidades por la película y por la mención especial en el Festival de Locarno. ¿Qué tal fue presentar tu primer largometraje en el festival? ¿Es una experiencia distinta a la de presentar un cortometraje?

Es muy distinto. Yo no había estado nunca en Locarno con ningún corto, pero me encontré con mucha gente y mucha expectación por la película. Y la proyección fue impecable. Como es un pueblo pequeño, el festival acondiciona espacios que durante el resto del año no son cines, y lo hace de forma súper profesional. Había unas 5.000 personas en nuestra proyección, estuvo muy bien y recibimos muchas críticas; todas buenas. Además, este año está siendo una especie de reencuentro en ese sentido, porque el año pasado muchos festivales no pudieron celebrarse y, cuando lo hicieron, fue en formatos híbridos y con miedo. Cuando estuve en el Festival de Sevilla también noté esta sensación de reunión tras dos años sin vernos, y esto en Locarno se vivió con mucha intensidad.

Tras una larga y muy exitosa trayectoria como director de cortometrajes, ¿qué es lo que te lleva a hacer tu primer largometraje?

En realidad, yo empecé a pensar en esto sin tener muy claro lo que iba a ser. Sabía que en algún punto de mi carrera quería hacer un proyecto de esta duración, pero no sabía que iba a ser éste. Simplemente me puse a pensar en este grupo de aficionados a la ufología, luego me interesó esta idea de una niña que desaparece y que tiene una hermana gemela, combiné ambas ideas y vi que eso iba tomando cierta entidad. Fue la propia película la que un día me dijo: “¡me parece que soy más larga de lo que crees!”. Al principio, yo sólo pensaba en lo que me gustaría hacer con este grupito de personajes, qué me gustaría que sucediera, y allí me di cuenta de que si quería narrar todos esos acontecimientos había que adaptarse al formato.

Entonces, la semilla de ‘Espíritu Sagrado’ fue este atlas repentino de imágenes.

La verdadera semilla de Espíritu Sagrado fue una entrevista que vi en un canal de televisión local de Elche, a un grupo que se había formado llamado el centro ilicitano de parapsicología. Eran un grupo de personas que se habían unido por su afición al misterio y que organizaban actividades como ir al típico sanatorio abandonado a grabar psicofonías. En la entrevista, hablaban de una cosa que iban a hacer que me pareció muy bonita. Se llamaba “alerta OVNI” y consistía en ir a las afueras de la ciudad, sin contaminación lumínica, y pasar una noche observando. Además, esas personas eran muy distintas entre ellas; había una señora mayor, un chico joven, un adolescente, etcétera. ¡Y me gustó tanto! Verlos una noche en ese paraje esperando me pareció una imagen tan bonita que me la guardé. Esto fue hace diez años. Luego, paralelamente, se me ocurrió: ¿qué pasa si desaparece una persona y, en vez de enseñar una fotografía, enseñamos a alguien que es igual porque es su gemelo? Es una idea muy divertida pero también es una idea terrible.

Yo trabajo mucho así, con ideas que a lo mejor un día me apunto, pasan años y no hago nada. O, de repente, como es el caso, las combino y sí surge algo. Estas ideas pueden ser una frase que escucho, algo que leo, una foto o lo que sea. Pero cuando estoy escribiendo algo las repaso, y si alguna me encaja la recupero.

La película tiene momentos muy interesantes, pero personalmente lo que más me ha impactado ha sido la secuencia final. Cuando estabas escribiendo el guión, ¿supiste en todo momento que iba a acabar así?

Desde el principio, la propia idea de la película era que pareciera que nos estábamos yendo hacia lo cósmico y la ciencia-ficción para luego recibir una hostia de realidad, a mano abierta y en toda la cara, que te dejara sin palabras. Luego ya pensé en cómo hacerlo, combinando esas ideas iniciales. Pero era mi intención desde el principio que la película bajara a la tierra de forma brutal.

Eso, sin duda, lo consigues.

Me gusta mucho esa sensación que te genera una película, cuando piensas que es una comedia y luego la recuerdas al cabo de dos semanas y dices: “¡Ah, esa película de terror que vi!”.

Algo que me llama mucho la atención es que tanto ‘Espíritu Sagrado’ como ‘La Disco Resplandece’ son coproducciones con Turquía. ¿Cómo surgió esta relación creativa?

Yo había hecho otros cortos que habían pasado por festivales y más o menos era conocido en el mundo del cortometraje. Entonces me escribieron unos productores turcos que querían hacer una película a partir de diez cortometrajes, que estaban encargando a directores de todo el mundo. Teníamos total libertad estilística, pero el corto tenía que hablar en un sentido más o menos amplio de las relaciones entre turcos y armenios. Yo no sabía mucho sobre el conflicto así que me estuve documentando y, en ese proceso, descubrí que la comunidad más amplia de armenios en España es la de Alicante, a veinte quilómetros de Elche. Fui a hablar con ellos y me contaron que cada dieciocho de abril hacían una ceremonia en recuerdo al genocidio armenio. Recuerdo que, con toda mi buena intención, les pregunté si podían asistir turcos a esa ceremonia y la presidenta puso el grito en el cielo.  “¡Por supuesto que no!”, me respondió. Entonces se me ocurrió hacer una película de ficción que culminara en esa ceremonia y que, de alguna forma, hubiese un turco en ella. Al final, el corto formó parte de la antología, llamada In The Same Garden, y luego tuvo vida propia.

Luego vuelves a mencionar Turquía en ‘Espíritu Sagrado’.

Sí. La Disco Resplandece gustó mucho a la productora turca, mantuvimos el contacto y se ofrecieron para colaborar en futuros proyectos míos. Al final, consiguieron que la televisión pública turca compre Espíritu Sagrado y se emitirá allí pronto. Estuve en Estambul hace unas semanas y estoy muy contento con ellos. Además, gracias a esta coproducción pudimos contar con el soporte de Eurimages, un programa que apoya coproducciones europeas novedosas. De hecho, pensamos que esta podría ser la primera coproducción entre España, Francia y Turquía. En cuanto a la inclusión de Turquía en el guión, sabía que quería hablar de este concepto del “Este”, pero no tenía claro el país. Al final pensé que aprovecharía y les haría mención.

Elche es la verdadera protagonista de tus proyectos. Me parece muy interesante esta decisión de convertir un sitio de la España deslocalizada, donde tienes muchos recuerdos de la infancia y donde habrás dejado volar mucho la imaginación, en un espacio fantástico e inquietante. Háblame de esta predilección por Elche como escenario de la ciencia-ficción.

A mí lo que me interesa es la combinación de elementos superpuestos, sacar el cine de las capitales culturales y que haya frescura. Y para mí frescura significa que la cámara esté donde no ha estado antes. Contar con actores no profesionales, rostros que nunca han sido rodados; eso también lo considero frescura. Yo vivo en Elche, así que es un sitio que conozco muy bien. Conozco como viste la gente, qué música escucha, qué coches usa, qué come y dónde trabaja. Me gusta hacer una exploración documental de la ciudad mientras hago mis películas de ficción. Si yo viviera en Soria lo estaría haciendo allí, pero Elche es la ciudad que mejor conozco. Además, desde pequeño me gusta mucho la ciencia ficción y no quiero separar estas dos predilecciones: hago ciencia ficción y un documental de mi ciudad a la vez.

Mezclar lo esotérico con lo cotidiano, y hacerlo en un espacio deslocalizado, es algo que hemos visto en el cine y la televisión estadounidense, por ejemplo, con David Lynch en ‘Twin Peaks’ o ‘Terciopelo Azul’, pero que quizás no está tan visto en España.

Al final, también es algo de logística. Si la industria del cine está concentrada en dos ciudades, uno termina colocando su foco en esos espacios. Pero a mí me encantaría ver más acentos y más lugares, no porque sean pintorescos, sino porque es donde están transcurriendo las películas. Me encantaría ver más acentos extremeños y murcianos, por ejemplo, no por motivos humorísticos, sino porque sí. Me encantaría ver una película seria con acento murciano.

Como apasionado de la ciencia-ficción, ¿cuáles han sido tus referentes culturales del género?

Yo empecé leyendo a Isaac Asimov, un autor muy popular con varias líneas de trabajo. Una de ellas era la línea racional, con las historias de robots, sus conflictos y sus normas; y otra era la “Saga de la Fundación”, una “space opera” ambientada en un universo distinto. Pero al final de su vida, Asimov decidió unificar ambas líneas y, en los últimos libros, te dabas cuenta de que todo transcurría en el mismo mundo. Yo era joven e impresionable cuando lo leí y me pareció una odisea. Y Asimov, una mente brillante por unificar toda su obra en un mismo universo. Esa ha sido mi mayor influencia. No sólo Asimov, sino su decisión de unir dos universos en uno mediante un cierre en el que todo está relacionado.

Si no me equivoco, ‘Espíritu Sagrado’ está grabada en celuloide. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión y qué beneficios y complicaciones ha comportado?

Espíritu Sagrado está rodada en 16mm. Esta decisión tiene un motivo muy tecnológico, que es que el celuloide tiene muchos años de vida y, por tanto, tiene un largo historial de mejoras en las emulsiones para que sean más fieles a la luz y el color. Tal y como decía la directora Claire Denis: “el digital todavía no ha conseguido retratar perfectamente como alguien se sonroja”. Esa sutilidad sí la tiene el celuloide, y a mí me gusta aprovecharla. También me gustan sus colores, que reduce mucho tiempo de post producción y que te ahorra el tiempo de corrección del color que gastarías en una película digital, ya que esa imagen ya sale de la cámara de forma natural. Y sólo es un poquito más caro que el digital.

Para finalizar, ¿qué proyectos tienes en el horizonte?

Actualmente estoy escribiendo una película, pero voy poco a poco.

Sara Vega
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Licenciada en Periodismo y Máster en Estudios del Cine y Audiovisual Contemporáneos por la Universidad Pompeu Fabra. También estudié Cine y Medios en la Universidad de Stirling. Me entusiasma el género de terror, al que he dedicado mi disertación final del máster, y siento especial debilidad por Possession de Żuławski. He escrito sobre el mundo del cine en El País y actualmente colaboro en el programa de actualidad cinematográfica Última Sessió. Miembro del XVII Jurado Joven del Festival de Sitges.