Alejandro López Menacho vio publicado su primer libro, 101 películas españolas para entender el presente (Héroes del Papel, 2020), dedicado al cine social del siglo XXI, justo unos días antes de que todo el país fuera confinado por causa de la pandemia del Covid-19. Ahora, cinco meses después vislumbra un nuevo ciclo para el cine español: “crecerán los relatos apocalípticos y distópicos. Vamos a ver reflexiones profundas sobre la condición humana”.
Menacho (Jerez, 1982) es periodista, pedagogo y diseñador gráfico. Se forjó en las redacciones de Gente Corriente, La Voz Del Sur y Diario de Cádiz, entre otros medios, hasta que en 2014 fundó junto a su hermano gemelo La Réplica, un magazine de “periodismo crítico e incómodo”, tal y como se define.
Entre sus pasiones destaca el cine, que describe como “el mejor refugio que existe”, y en su top fílmico se encuentra Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis.
La cultura en general es una herramienta muy poderosa para, no solo expresar la realidad, sino también para reflexionar sobre ella. ¿Qué te ha permitido extraer el análisis cinematográfico que otros artes no permitan?
Es una pregunta muy profunda; el cine te permite conocer realidades a través de imágenes en movimiento como si uno fuese un voyeur, un invitado a un determinado contexto. Es un acercamiento vivencial, realista, que se queda en nuestro cerebro. El cine es un arte muy asequible que normalmente solo te exige un par de horas de tu vida y que nos aporta mucho en poco tiempo. Su feedback es muy generoso. Si, por ejemplo, visionamos Atún y Chocolate (2004), en apenas 100 minutos tendremos un retrato estupendo y fidedigno de la costa gaditana. Esa capacidad de trasladarnos a una realidad y capturarnos en ella no está al alcance de otros artes.
A lo largo del libro tenemos la oportunidad de recorrer muchas temáticas sociales. ¿Cuáles son las que más predominan en nuestro cine y por qué motivo?
En el periodo que se analiza en el libro (2000-2019), es obvio que la temática social que más predomina es la de las consecuencias de la crisis económica del 2008. Los creadores españoles empatizaron con las clases populares, salvajemente castigadas por el crack financiero y apuntaron como culpables a las élites codiciosas, incapaces de renunciar a una parte del pastel por el bien común. El triste olor de la carne, Ayer no termina nunca, El Rayo, En tierra extraña o Hermosa juventud son títulos que hablan de cómo afectó esta crisis a la sociedad española, siempre desde la posición de una víctima colateral de la recesión. Son relatos de fracaso y desaliento.
Los libros que recopilan diferentes títulos, películas o determinados temas en general, permiten al autor descubrir mucho más de lo que conocía a priori. ¿Qué hallazgos te han sorprendido más? ¿En qué sentido?
En mi labor de investigación he conectado mucho con el gremio audiovisual; he visto auténtica pasión por el cine a todos los niveles. Supongo que el séptimo arte nos llena de un modo muy vocacional; se hacen muchas películas en España con recursos ciertamente limitados. Hay cintas que se han materializado con 60.000 euros de presupuesto. Eso sería imposible sin la imaginación de los diferentes creadores (para mí el cine es un arte colectivo en el que todas las personas que trabajan tienen parte de autoría) y la implicación desinteresada de numerosos profesionales. También hay que subrayar que existe mucha precariedad en el cine español; y es que las ayudas que percibe, a diferencia del runrún interesado que tenemos que soportar, son escasas.
La producción de cine español bebe en gran parte de thrillers y comedias, pero con tu libro se pone de manifiesto la importancia que año tras año ha ido consiguiendo el cine social. ¿En qué aspectos han cambiado más nuestras temáticas sociales?
Voy a puntualizar. El cine social puede estar presente en cualquier género: drama, comedia, thriller, ciencia ficción… Es tan fácil como contextualizar el relato en una circunstancia social y dotarlo de mensaje. Se puede divertir a los espectadores y a la vez dejarle un mensaje potente; ahí está Desafío Total, por ejemplo. Las temáticas sociales en el fondo no cambian demasiado: desigualdad, machismo, enfermedades… Lo que cambian son las miradas y las tendencias. Me intriga cómo afectará a nuestro cine la pandemia del Covid-19 a niveles artísticos.
“Existe mucha precariedad en el cine español; y que las ayudas que percibe, a diferencia del runrún interesado que tenemos que soportar, son escasas”
Tenemos muy presente los referentes de cine social francés e inglés. ¿Te han influenciado para realizar este libro?
El cine francés e inglés son referentes del cine social porque lo han sabido exportar con audacia. Han creado un sello reconocible ligado al cine de autor. El espectador sabe a qué va cuando se decanta por una película del estilo de Intocable (2011) o Pride (2014) por poner dos ejemplos paradigmáticos, y eso es buena señal. Personalmente intento no tener prejuicios de las películas que veo, lo importante es que me remuevan de la butaca, que me sugieran cosas y sienta cosquilleo en el estómago. Al realizar el libro escogí películas españolas porque me interesaba aprender sobre mi industria y la realidad más cercana promoviendo un discurso de justicia social, simplemente.
¿Crees que todavía falta le falta mucho camino por recorrer a nuestro cine social?
Probablemente a nivel comercial sí, pero en general, en lo puramente artístico, creo que vamos en el buen camino. En el libro he dejado mi granito de arena: 101 títulos interesantes. Pero no creo que un autor diga: “voy a hacer cine social”, sino que más bien piensa: “voy a contar una buena historia”. Lo importante es eso. Y si queda un mensaje lúcido y emancipador, pues mejor, pero lo verdaderamente importante es atraparte en la butaca.
¿Hay alguna zona de España que destaque más por su producción de cine social? De ser así, ¿qué explicación le das?
La mayoría de las producciones españolas se localizan en Madrid o alrededores; por tanto, hay más cine social en la capital. Pero no es exclusivo del cine: sucede en la política, en el deporte, en la música… Allá donde están los recursos económicos y alta densidad de población, hay más cine. Es así de simple. Se llama centralismo.
Este tipo de cine también se nutre mucho del cine de autor. ¿Cuáles son los nombres propios de estos 19 años que analizas? ¿A qué autores habrá que seguir la pista?
Te puede gustar más o menos su cine, pero creo que Fernando León de Aranoa es un pionero en el cine social en nuestro país. Achero Mañas parecía que iba a coger el testigo pero de repente, sin previo aviso, desapareció. E Icíar Bollaín y Alberto Rodríguez también merecen ser destacados. Los cuatro están muy consolidados y yo no me suelo perder sus películas. Si prefieres seguir la pista a un talento emergente, yo me decanto por mi paisano Juan Miguel Del Castillo, que está preparando su segunda película.
El cine social también es un arma de denuncia de situaciones que pueden incomodar a sectores políticos o económicos. ¿Nuestro cine reciente ha tenido que combatir la censura?
Sí, claro. Ten en cuenta que las producciones dependen de la participación de las televisiones públicas y de los diferentes gobiernos autonómicos y locales. Pregúntale a David Ilundain, director de la película sobre Bárcenas y la caja B del PP, si ha sufrido presiones e intentos de boicot durante su rodaje. Hay muchas películas que se han quedado en el cajón y otras que no han conseguido financiación porque sus relatos eran combativos o incomodaban a los poderes fácticos. Pero el cine es tan tozudo que acaba consiguiendo rendijas para expresarse.
“El cine francés e inglés son referentes del cine social porque lo han sabido exportar con audacia. Han creado un sello reconocible ligado al cine de autor”
Algunas editoriales especializadas en cine afirman que los libros sobre cine español no tienen tanta demanda como los del cine americano, en especial el dedicado a Hollywood. ¿Por qué crees que hay esta falta de interés en el producto patrio? ¿Qué le falta para ser más atractivo?
Ya te lo digo yo, muchas editoriales rechazaron mi manuscrito exclusivamente por tratarse de cine español. “Eso no vende”, me dijeron algunos editores cuyo nombre no voy a citar por decoro. Otros vieron el cariz político de mi libro y salieron por patas. Pero yo estoy empeñado en llevar la contraria: creo que tenemos público suficiente y hay que cultivar ese interés haciendo películas, escribiendo libros y desarrollando merchandising. Haciendo industria, vaya. También hace falta más pasta. El Estado tiene que invertir más en su cine y cuidarlo con mimo, como ocurre en Francia o Alemania. Vamos a intentar competir y no dar la batalla por perdida.
Ahora que has podido sumergirte con detalle en las primeras dos décadas del siglo XXI, ¿qué nos deparan los próximos diez años a nivel cinematográfico en cuanto a temática social?
La pandemia va a cambiar la forma de hacer cine (ahora rodar una película va a ser una odisea) y afectará a las temáticas. Intuyo que crecerán los relatos apocalípticos y distópicos. Vamos a ver reflexiones profundas sobre la condición humana. Tengamos en cuenta que la gente se ha conocido a sí misma en un contexto muy peliculero. Y pienso que también tendrá su hueco el inquietante ascenso de la extrema derecha, es un fenómeno global y preocupante.
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