‘Una historia personal’, de Katharine Graham: más allá de ‘The Post’

La autobiografía de Katharine Graham, 'Una historia personal', editada por Libros del K.O

No estaba destinada a hacer historia. Tampoco a formar parte de ella. Ni tan siquiera se esperaba de ella que tuviera una opinión formada. Es lo que ocurría con la inmensa mayoría de mujeres de ‘la época’, ese tiempo no tan lejano en el que vivió Katharine Graham (1917-2001), que fue presidenta de uno de los periódicos más importantes de Estados Unidos, The Washington Post. Pero el tiempo demostró que con esfuerzo, paciencia y tesón podría no solo llegar al nivel de sus homólogos varones, sino también liderar una de las etapas más cruciales del periódico mientras rompía las barreras que le había impuesto la sociedad por su cuestión de género y, poco a poco, empezar a resquebrajar el tan comúnmente conocido como techo de cristal. Nos lo cuenta en su autobiografía Una historia personal, editada por Libros del KO.

Estando al frente de la empresa, Katharine Graham interiorizó el deber y responsabilidad de la prensa y logró llevar al Washington Post a la excelencia periodística y situarlo entre las principales cabeceras de Estados Unidos. Asumió que debía pedir cuentas a los políticos cuando había pruebas fehacientes de que habían obrado mal. En esos casos, entendió que los directivos no pueden permitirse mirar hacia otro lado y seguir riendo las gracias cuando deben postularse en favor de una prensa libre que ejerza la función pública que les corresponde por profesión al tratarse del denominado ‘cuarto poder’. Fruto de esa convicción, que defendió durante toda su trayectoria al frente del periódico, son los casos de éxito periodístico conocidos por todos: los Papeles del Pentágono y el Watergate. Ambos han sido adaptados al cine con éxito. Primero, con la película Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), que relata la hazaña de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, que investigaron el caso de espionaje en la sede demócrata por parte de la Administración del entonces presidente Richard Nixon que supuso su dimisión,y décadas más tarde, The Post (Steven Spielberg, 2017), que cuenta la valiente posición que tomaron tanto ella como el equipo de redacción de defender el derecho de libertad de prensa publicando los documentos del Pentágono e informando del encubrimiento masivo de secretos por parte del Gobierno.

The Washington Post en la gran pantalla

A raíz del caso Watergate, el actor, director y productor de cine Robert Redford se interesó por la historia y compró los derechos del libro Todos los hombres del presidente, que publicaron Bob Woodward y Carl Bernstein una vez finalizado el caso Watergate.  En él narran su arriesgada e intensa investigación durante más de dos años para destapar una de las mayores conspiraciones políticas, que se convirtió en un escándalo nacional. Una serie de errores por parte de la Administración de Nixon, sumada a la pericia de estos dos periodistas, sumada al respaldo incondicional de la dirección de Ben Bradlee y la presidencia de Katharine Graham, permitió situar al Washington Post en primera línea periodística del país. Así fue relatado en este fabuloso film dirigido por Alan J. Pakula, en el que por desgracia se decidió prescindir de la presencia de Katharine Graham por resultar difícil de entender con tantos personajes. Aun así, en su autobiografía admite que, pese a sus temores iniciales y su negativa de que se rodara en la redacción original, la película le “encantó” y que “había logrado lo que yo creía imposible, una película sobre la libertad de prensa que era honrada pero no aburrida, una imagen real del trabajo en un periódico, un retrato certero de Woodward y Bernstein, con su tenacidad, capacidad, inteligencia y buen carácter hasta el punto de que la fama no se les había subido a la cabeza.” Más adelante, lamenta que el estreno del film causara ciertas tensiones entre el equipo por la representación de sus personajes.

Si bien la redacción del Washington Post ya había sido retratada en el cine, cuarenta años más tarde, volvió a la gran pantalla con dos nuevos protagonistas: Katharine Graham y Ben Bradlee, interpretados por unos fantásticos Meryl Streep y Tom Hanks. El guion bebe de su autobiografía y su retrato sale en gran parte muy beneficiado de la historia, lo que seguramente habría sido de su agrado de haberla podido ver en vida.

En un contexto político marcado por la guerra del Vietnam, The Post narra cómo The Washington Post se vio en la diatriba de rebelarse contra la feroz Administración de Nixon y publicar los Papeles del Pentágono o priorizar los intereses económicos de la empresa, lo que suponía dejar de ejercer el derecho de libertad de prensa.  A través de los dos mundos, el de la prensa, liderado por Ben Bradlee, y el empresarial, capitaneado por Katharine Graham, podemos entender la dificultad de la compañía para lograr el equilibrio necesario en un momento, junio de 1971, en el que además salía a Bolsa. Cualquier contratiempo o escándalo podría echar atrás a los inversores y poner, así, la operación en una situación muy delicada. Tal y como se refleja en la película, en palabras de Streep, “tenemos una responsabilidad de cara a la empresa, a los empleados y a la salud a largo plazo del periódico. No obstante la misión del periódico es recabar información de manera excelsa y publicarla. Y también hay que señalar que el periódico estará comprometido con el bienestar de la nación y con los principios de la libertad de prensa. Así que podría argüirse que los banqueros estaban avisados”. De esta forma, Katharine Graham entendió que podía publicar dichos documentos a pesar de la negativa de los banqueros. Fueron momentos muy tensos para todos, pero más para ella, que no solo arriesgaba su puesto de trabajo y empresa, sino también el legado familiar.

Entre el deber y el placer

Katharine Graham tuvo que asumir el mando del Washington Post después del trágico suicidio de su marido en 1963. Tomó el testigo de Philip Graham para continuar con el legado familiar iniciado por su padre, Eugene Meyer, en 1933. Toda la tradición periodística recayó sobre ella teniendo que hacer frente a los retos como empresaria y experta en grupos de comunicación sin faltar a sus responsabilidades como madre y ama de casa.

Entre los mayores dolores de cabeza destacaron las luchas sindicales, que se prolongaron durante años y que tuvieron su punto álgido en la huelga de 1975. En ese momento, se vio en la tesitura de contratar un grupo de trabajadores externos para poder seguir con la producción y que el periódico pudiera seguir adelante, a pesar de los muchos retrasos que ya había sufrido en anteriores jornadas.

Al acceder a la presidencia del Washington Post, llegó a formar parte de muchas juntas de asociaciones empresariales del sector de la comunicación como la Oficina de Publicidad, la Asociación Americana de Editores de Periódicos y la Associated Press, entre otras, llegando a ser la primera mujer en hacerlo en varias de ellas.

Su posición privilegiada también le abrió las puertas a multitud de actos y eventos de todo tipo, de entre los cuales destaca el baile que el excéntrico escritor Truman Capote le dedicó en 1966 para deleite de todos los presentes. Medio millar de celebridades de todo tipo asistió al que fue bautizado como “El baile del siglo”, en el que ella fue la invitada de Honor. Para Katharine Graham, ‘el baile en blanco y negro de Truman’ se convirtió en “el máximo acontecimiento de mi vida social en aquella época, quizá de toda mi vida”. Desconocía por qué motivo Truman le organizó un acto así, pero reconoce que fue “una forma de salir de la sombra de mi marido y convertirme en mi propio personaje ante todo el mundo”, tal y como explica en el libro.

Una autobiografía premiada con el Premio Pulitzer

Siempre a la sombra de su padre, Eugene Meyer, y después de su marido, Philip Graham, Katharine Graham supo destacar en un mundo pensado y ocupado por hombres y dejar su propia huella a la vez que abría el camino para las demás mujeres. Con una vida acomodada desde niña, fue una joven inquieta y siempre tuvo a su lado amistades cultas y un marido que, a pesar de haberle infligido mucha inseguridad, también le permitió vivir de cerca la intensidad de la actividad de un periódico en auge para, más tarde y sin pretenderlo, prepararla para llevar las riendas de la compañía.

Después de 28 años como presidenta del Washington Post (1963-1991), supo dejar paso a la nueva generación, su hijo Donald, que vivió a su lado tanto momentos de gloria como de dificultades. Graham supo ser también, para sorpresa de muchos, alumna y maestra a la vez, dando ejemplo de profesionalidad, responsabilidad y valentía ante poderosas Administraciones como la de Nixon, fuertes presiones sindicales y retos empresariales mayúsculos como la salida a Bolsa y la expansión de The Washington Post Company para fortalecer su posición en el entramado comunicativo de los Estados Unidos con la adquisición de emisoras de radio, la revista Newsweek, periódicos regionales y otras empresas.

Una historia personal es una autobiografía que transpira honestidad y humanidad, a la vez que mantiene un equilibrio muy sutil en todas sus facetas: desde la más personal, hablando de amistades, tanto de celebridades como de políticos, del matrimonio y su rol de madre y ama de casa, de sus emociones e inquietudes, hasta la más profesional, tratando con las altas esferas empresariales y políticas (presidentes, senadores, congresistas…), sindicatos, compañeros de profesión y multitud de personas que fueron cruciales en su trayectoria. Gracias a todas esas vivencias compiladas en un libro, recibió en 1998 el Premio Pulitzer de literatura.

No es de extrañar que para preparar tan extensa autobiografía haya contado con ayuda. Katharine Graham confiesa que realizó una investigación muy amplia (se cuenta que hizo más de 250 entrevistas) y, dada su complejidad, contó con varias supervisiones (muchas de las cuales de personas allí implicadas), cosa que es de agradecer. A lo largo del libro se perciben multitud de detalles y descripciones que nos ayudan a entender mejor las múltiples aristas de la vida de una de las personalidades americanas más importantes de la historia reciente. En definitiva, en el título ya lo avisaba: sencilla y llanamente, Katharine Graham nos brindó Una historia personal.

Lídia Oñate
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Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu Fabra y Máster en Dirección de Redes Sociales y Marketing Digital por Fundeun – Universidad de Alicante. Actualmente me encuentro inmersa en la distribución cinematográfica, un sector que vivo de lleno desde la comunicación y el marketing. Me encantan las bambalinas del mundo televisivo y cinematográfico, viajar (tanto cerca como lejos), hacer fotos de paisajes y gastronomía que luego irán a mi Instagram, disfrutar con la Historia y echar una partidas al Monopoly, la Play o lo que se tercie. Porque sí, la diversión en la vida es importante. Y el cine ayuda. Me podéis contactar en lidiaonate@industriasdelcine.com.

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