Antonio de la Torre arranca en Palma de Mallorca el ciclo Cine Viajero mientras rueda La línea invisible sobre los inicios de ETA
Antonio de la Torre siempre sintió la verdad pegada a sus entrañas. No había otra forma de entender el periodismo donde, como explica, contaba historias en tercera persona. Cuando como actor pasó a relatarlas en carne propia, la búsqueda siguió siendo la misma. Un verismo que ha trazado toda su carrera y en el que sobresalen dos personajes: el Manuel López Vidal corrupto de El Reino y el retrato de la agonía enloquecida de José Mujica en La noche de 12 años. De la mano de Mariano Barroso suma ahora el reto de revisar la ETA que decidió adoptar la violencia en la serie La línea invisible.
“Toda película que se basa en algo que pasó es una responsabilidad. E interpretar un personaje reconocible es muy difícil porque la realidad siempre supera a la ficción”, reconocía en el arranque en Palma del ciclo Cine Viajero, creado por la Fundación Academia del Cine y B The Travel Brand del Grupo Barceló. Y la superaba ya en aquel 2002 en que el actor malagueño encarnó a El Loren: uno de los dos sospechosos del asesinato de Juan Holgado en la miniserie Padre Coraje. “Era tan surrealista la historia que tuvimos que inventarnos la ficción porque la realidad era increíble”, recuerda.
Eran los comienzos de un actor que aún vivía de ser periodista. La bestia de la interpretación –igual que la posibilidad de dejar el periodismo, que no ocurrió hasta sus 40- llegó después. Seguramente con el Antonio que Daniel Sánchez Arévalo le regaló en Azuloscurocasinegro. “Fue mi Valdano, quien me dio el papel que me cambió la vida”, reconoce. Aunque aún tuviera que negociar un cambio de turno de noche en Canal Sur para que los Goya pudieran coronarle por primera vez como Mejor Actor de Reparto.
A partir de entonces su currículum incluyó a los principales directores del cine español. Rodó con Pedro Almodóvar pero también con Alberto Rodríguez, Icíar Bollaín, Mario Camus, Manuel Martín Cuenca, Gracia Querejeta, Álex de la Iglesia o Daniel Calparsoro. Y con Rodrigo Sorogoyen, quien no sólo le devolvió la gloria con El Reino sino que confirmó el resurgimiento del cine político en España. “En Estados Unidos hay mucha tradición, existe una normalización o asunción de que el cine político forma parte de la cultura y la política, pero aquí no. En el devenir de la Historia 40 años de democracia no es tanto”, señala Antonio de la Torre.
El personaje del vicesecretario autonómico Manuel López Vidal le hizo sentir una suerte de pellizco en la nuca. “Soy muy puntilloso. Le dije [a Sorogoyen] ‘este guion lo tiene que leer gente de la política y que nos digan si esto es creíble o estamos haciendo el carajote’. Yo me niego a ponerme un traje y decir ‘soy político’”, asegura. Porque la historia de Manuel López Vidal era la de uno de esos altos cargos –sin nombre pero reconocibles- que ha construido su salto a la esfera nacional a base de corruptelas y al que el destape y los pinchazos telefónicos le llegan como un zarpazo mortal.
Por aquel fact check pasaron empresarios, jueces, periodistas y políticos. Entre ellos, Alfredo Pérez Rubalcaba. “Nos envió un pdf increíble, lleno de precisiones. Rubalcaba tenía un guionista dentro. Era un hombre muy inteligente y muy cinematográfico”, expresa el actor, quien quiso tener un recuerdo para su viuda, como ya hizo al recoger el Premio Platino a la Mejor Interpretación Masculina hace unos días.
¿Era Manuel López Vidal uno de los malos? Para Antonio de la Torre era uno “de los nuestros”. Porque en esa corrupción política a gran escala, entiende que también se esconde la tolerancia a los chanchullos del día a día. “En España tenemos un 20 o 25% de economía sumergida, hay una serie de conductas en las que ves ese caldo. Evidentemente no es lo mismo robar 3 millones de euros que el taxista que te tanga 3 euros porque te está haciendo media carrera de más, pero en la medida en que una sociedad se pone más férrea, se le empieza a poner coto a la corrupción. Pero es una conciencia que va llevar años”, opina.
El intérprete apeló a la necesidad de comprender las “circunstancias” de los personajes y recordó la polémica surgida tras El Hundimiento de Oliver Hirschbiegel por la humanización de Hitler. “Es más fácil pensar que era el demonio pero lo cierto es que no, y que las grandes guerras las cometieron seres humanos”, añade. “Este oficio te obliga a entender más que a actuar. La violencia o el terrorismo no tienen justificación, pero sí una explicación. Y creo que es nuestra obligación como sociedad buscarla”, señala.
Su nuevo reto realista será interpretar al inspector Melitón Manzanas en aquel 1968 en que ETA cometió su primer asesinato y acabó con la vida del guardia civil José Antonio Pardines. Mariano Barroso está en la dirección del proyecto -una serie para Movistar+ con guion de Alejandro Hernández y Michel Gaztambide-, bautizado como La línea invisible y que pretende indagar en aquel salto de la banda a la violencia.
De la Torre se reconoce como un “privilegiado” por estar entre el 8% de los actores que en España pueden vivir de su trabajo. Situación que reconoce “coyuntural” y beneficiada por la “brecha de género”. “Si yo llevo una carrera brutal y fulgurante, con trece nominaciones a los Goya entre los 40 y los 50, es porque soy un tío”, asume. Afirma que Hollywood no le ha tentado mucho pero que dos de sus proyectos en inglés ya rodados continúan guardados en un cajón.
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