La directora de Ana de día denuncia la ruina a la que lleva el sistema de reparto de beneficios en el cine español.
Hace tres años Andrea Jaurrieta condensó en dos tutoriales algo así como todo lo que siempre había querido saber sobre producción y nunca se atrevió a preguntar. “Cómo financiar tu primera película (y no morir en el intento”, lo bautizó ella. “Yo no quiero deprimir a nadie, de verdad que no”, juraba y perjuraba mirando a cámara.
De hecho, el final del vídeo lanzaba un rayo de esperanza: “A pesar de todo hemos logrado salir adelante y vamos a rodar en julio. ¿Cómo lo vamos a hacer? No lo sé”, admitía. Tres años después, su manual tiene un nuevo capítulo, el de cómo no arruinarse cuando no te pagan los beneficios que ha dado tu película.
“No puede ser que la gente de a pie financie una industria cultural porque entonces no sales de la precariedad”, afirma a Industrias del Cine. Porque para levantar Ana de día ella siguió exactamente los pasos de su tutorial. Y también tuvo al inicio una productora grande y luego otra más pequeña interesadas en el proyecto cuando aún era un guion. “Pero al ver que no conseguían financiación pública cayeron y se quedaron básicamente como una especie de mentores”, recuerda.
Con una pequeña ayuda del gobierno de Navarra, emprendió la turné por el sector privado. Nada. Descubrió que las AIE –aparte de suponer el desembolso de 50.000 euros en gastos para su creación- funcionaban sólo para proyectos grandes y que la ley del mecenazgo de su región existía, pero no los mecenas. “Muchas empresas me decían que si fuera para un tema de deporte sí, pero que en cine no querían invertir”, repasa la cineasta.
Mientras borraba y rehacía el presupuesto por enésima vez, llegó al último escalón. Ése al que uno espera no llegar o, al menos, hacerlo sólo para completar el último hueco de dinero que hace falta: el crowdfunding. “Hicimos una película al margen del margen del margen, pero no puede ser que la gente de a pie financie una industria cultural porque entonces no sales de la precariedad”, explica. A la hucha de Ana de Día fueron a parar también todos sus ahorros y un crédito bancario.
Y rodó. Su equipo cobró “menos que un trabajador del Burger King”, pero cobró. Aquella historia de una chica bien que descubre que una doble ha usurpado su vida y la libera de las obligaciones más adustas llegaba a la gran pantalla. Y Andrea Jaurrieta acabó nominada a Mejor Dirección Novel en los Goya de 2019. “Mi presupuesto había sido nueve veces más bajo que el de los otros nominados”, dice. Poco más de 100.000 euros.
Pero ahí estaba. Compitió en el Festival de Málaga y viajó por toda España, Argentina, Rabat… “Lo bueno de mi película es que sobre proyecto había interés pero nadie se atrevía a arriesgar porque era una ópera prima y era un poco rara”, asume. Con el film acabado llegaron eso, los festivales, el circuito oficial, una distribuidora para gestionar sus pases en España y un agente internacional para los del extranjero. Y era sorprendente ver que una cinta “hecha de manera tan artesanal” tuviera esa buena acogida. Pero más sorprendente aún era que todas esas ventas no se tradujeran en ingresos en su cuenta.
“No me ha llegado ni un euro de todo lo que ha generado la película en 2019”, asegura Jaurrieta que expuso su situación en un hilo de Twitter, agotada y desesperada por la situación. Y en ese “todo” entran la taquilla, los festivales, las aerolíneas, etc. “Hay un embudo tan grande desde que el dinero de las salas entra hasta que llega al productor que muchas veces se pierde por el camino o tarda mucho”, detalla. Porque a día de hoy sigue sin saber dónde están esos pequeños beneficios que dado su pequeña película. La excepción fueron las plataformas de VOD que habían gestionado desde la propia productora.
Hola. Voy a abrir un hilo como PRODUCTORA de mi película. Ya me he cansado:
Estoy harta de que nadie me pague a tiempo. La peli ha ido bien y aparentemente debe de haber cierto beneficio. Mínimo, pero algo. Es lógico. Sin embargo las liquidaciones no llegan. Y no llegan.— Andrea Jaurrieta (@NinaOlvido) November 20, 2019
“Si fuéramos una empresa grande, de cine o de fabricar chorizos, esto no sería tan grave porque estás en producción constante y el dinero fluye. En mi caso es difícil poder sostenerse con una situación así”, la directora. Porque ni Hacienda ni el banco perdonan y su crédito se sigue pagando, sí, pero no con lo que genera el film sino con sus propios ahorros. “Eso hace que para la siguiente película ya no parta de 0 euros, sino de los números rojos”, añade.
Un máster en ruina
Jaurrieta sabe que no es un caso único, por eso decidió hablar. “Alzo la voz porque somos muchos los productores pequeños que estamos así. Llevo mucho tiempo escuchando a gente a la que le ha pasado lo mismo y no sé cómo podemos pararlo, no sé cómo se puede solucionar”, razona. Lo único bueno ha sido el máster en cómo funciona la industria que toda esta experiencia le ha supuesto. “Si no hubiera hecho esto sola no sabría cuáles son mis derechos, te pueden timar si quieren. Pero de cara a la segunda película no quiero llevar toda la producción porque es muy agotador”, avanza.
Porque sí, habrá segunda película. Su Nina fue uno de los quince proyectos seleccionados por la Academia del Cine Español para el primer programa de residencias para desarrollo de guiones en el que la cineasta anda inmersa. Para junio espera tener acabado este “western feminista” sobre una mujer que regresa al pueblo de su infancia para matar a un hombre. “Pero conforme avanza la película conocemos su pasado y sus dudas sobre si la venganza es la solución”, detalla la directora navarra.
Ya ha recibido las primeras llamadas interesadas en el proyecto pero desconfía. Su esperanza es cómo ha cambiado el sistema y la apuesta por directoras en estos años. “Yo rodé en 2016 justo antes del boom feminista. No existía esta concienciación y había reparo en apostar por operas primas y películas de mujeres. Ahora creo que ya nos hemos mentalizado”, desea.
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