Belén Rueda debutó tarde en el cine, pero lo hizo por todo lo alto con Mar adentro (Alejandro Aménabar, 2004). Luego con El orfanato (J.A. Bayona, 2007) inició la senda de los géneros del terror y el suspense, con los que después de más de una década se encuentra en pleno apogeo con proyectos como No dormirás, el nuevo thriller psicológico con el que se confirma que se siente como pez en el agua sufriendo y haciéndonos sufrir con ella. Hoy vuelve a la gran pantalla una de las actrices más en boga del cine español y lo hace junto a Natalia de Molina y Eva de Dominici, bajo la dirección de Gustavo Hernández.
Eres una de las actrices españolas en activo con más proyectos. ¿Qué ha sucedido en tu carrera para llevar tal intensidad?
Pues no lo sé. Hasta ahora intentaba coger proyectos con los que no tuviera que alejarme mucho de casa porque tengo dos hijas maravillosas y no quería perderme su evolución. Ahora son mayores y ya van por su cuenta y por eso me he permitido elegir proyectos fuera de España y abrir fronteras, por lo que he podido viajar a Argentina, África…
A estas alturas de tu carrera, ¿qué tiene que tener un papel para que decidas participar?
Hay varios factores, pero si no conozco a nadie del proyecto, lo primordial es el guion. Bien porque me sorprenda el tema o bien por la forma de tratarlo… Entre las diferentes razones también está el hecho de que a veces te apetece trabajar con un director o actor en concreto. Pero repito que el guion es un tanto por ciento muy grande de la película, más de lo que se imagina la gente.
A algunos actores o directores se les ha criticado que hayan realizado proyectos alejados de lo que habían hecho hasta ahora. En tu caso, que te presentan como la dama del terror en español, ¿crees que cuesta que te ‘desencasillen’?
Con Mar adentro, que fue mi primera película y que me marcó en todos los sentidos, me acuerdo de que la prensa dudaba de lo que iba a hacer Amenábar, como diciendo que estaba sacando los pies del tiesto porque abordaba otro género diferente al que había hecho hasta entonces como Tesis, Abre los ojo y Los otros. Daban por sentado que debía hacer un tipo de cine, pero el que es creador es creador y me parece que arriesgar es muy importante dentro del arte. Y cuando tienes un nombre es cuando te lo puedes permitir. No se trata de un capricho sino de la misma evolución de la persona.
“Estamos viviendo un tiempo bastante suculento porque con las plataformas digitales se está creando más ficción.”
El género de suspense y terror te va como anillo al dedo o has conseguido que así lo parezca.
No lo sé. Después de Mar adentro vino El orfanato y luego le sucedieron varias películas de género y también ha habido otras. Por ejemplo, me gustó mucho La noche que mi madre mató a mi padre, que es una comedia negra dirigida por una mujer, Inés París. Y he de decir que es complicado hacer cine en España si eres mujer.
Y a medida que se cumplen años todavía se cierran más puertas… Pero tu caso es una excepción.
En mi caso no se cumple, pero es cierto porque tengo muchas compañeras que me lo comentan. Aun así, actualmente estamos viviendo un tiempo bastante suculento porque con las plataformas digitales (Netflix, Movistar…) se está creando más ficción.
La tecnología ha evolucionado tan sumamente rápido que si eres de una determinada generación ya deciden no contar contigo, pero es imposible que te pongas a la altura de la gente joven.
La experiencia es un grado. ¿En qué aspectos has notado un antes y un después en tu trayectoria?
Primero te sientes más libre para expresarte porque los años te han dado una posición un poco más de respeto y sientes que cuentan contigo cuando tienes que opinar sobre algo en concreto del guion o cuando estamos rodando. Eso no quiere decir que se haga lo que tú digas. Me encantan los directores que tienen una idea muy clara, pero que son capaces de escuchar las propuestas de todo el equipo, tanto a nivel de arte, producción o cualquier otro ámbito. He notado que ahora tengo que luchar menos por opinar. Los años te dan un background psicológico que no te quiero ni contar (ríe). Con cada nueva película te encuentras con un director diferente, que tiene una manera determinada de trabajar y los actores también, y de lo que me he dado cuenta con el tiempo es que si creas un buen ambiente desde el principio hay mucha más colaboración. Además, es muy importante que estemos compenetrados para ayudarnos entre nosotros.
Tener relación o complicidad con los compañeros ayuda mucho en cualquier rodaje. ¿Cómo consigues crearla en tan poco tiempo? ¿Tienes alguna fórmula que te funcione especialmente?
La verdad es que he tenido la suerte de haberme encontrado con los compañeros antes del rodaje para ensayar o conocernos. Siempre que haces un personaje creas una personalidad, vives las emociones a flor de piel, estamos todos con el objetivo puesto en el mismo lugar… Y eso hace mucho.
Además de exigente, tu personaje en No dormirás, Alma Böhm, es una directora de teatro muy dogmática, que sigue sus planes hasta las últimas consecuencias. Como actriz ¿te consideras más metódica o más intuitiva?
Para mí el trabajo es una mezcla de las dos. Lo que he visto es que a veces se habla del talento que tiene determinada persona, pero no se ve que trabaja muchísimo también. Y el trabajo son horas y echarle pasión a lo que haces. A menudo cuando estás mucho rato trabajando un guion luego también te salen cosas de forma intuitiva.
El proceso creativo no siempre es igual porque depende del tiempo que tengas, del tipo de película… Pero primero hago un estudio del personaje, de todo el texto, de lo que significa cada cosa, como es la relación de los personajes, me imagino cómo es cada uno… Luego llego a los ensayos y me aportan una cosa totalmente diferente, pero no es tiempo perdido, sino que de alguna manera has estado pensando y trabajando para establecer una relación con esos personajes. Después lo comparto con el director y los actores.
¿En qué personas te has inspirado para Alma Böhm?
La película habla de personas como Alma Böhm que tienen un método muy especial y los actores tienen que estar dispuestos a hacer lo que ella diga y entrar en su código. Pero su código como directora y maestra está marcado por una frase que me parece muy acertada: “Sin locura no hay creación y el dolor nos acerca a lo sublime.”
Ella trabaja a través de los sentimientos, pero no siempre tienen que ser de tristeza o dolor, sino que puede haber una mezcla con ilusión y alegría. Aunque para los actores acaba siendo una tortura.
¿Y es necesario llegar a tales extremos?
No, pero hay maestros que lo llevan hasta allí. También hay algunos actores que lo piden porque piensan que sus emociones o su personaje serán mucho mejor. Pero te puedo asegurar que se puede trabajar desde la verdad sin necesidad de sufrir 24/7, es decir, 24 horas los 7 días de la semana. Hay momentos en los que durante el rodaje entras en algo que yo digo el ‘sitio malo’. Cuando dicen ‘corten’ a veces me quedo con una oscuridad que pienso: “buf, el sitio malo”. Y soy consciente de ello, pero cuando llevo dos días así me digo a mí misma que tengo que espabilar y salir de allí porque tienes que dar diferentes colores a tu personaje. Cuando estás contando una historia en el cine, no es el tiempo real, sino que estás forzando para que pasen cosas continuamente. Entonces, tienes que pasar por diferentes estados.
“Se habla del talento, pero no se ve que detrás hay mucho trabajo. Y eso son horas y echarle pasión a lo que haces.”
Con tantas películas de terror y sugestión, ¿la mente te ha jugado malas pasadas?
Sí, sobre todo en rodajes, pero también recuerdo una vez en mi casa. Mis niñas eran pequeñas y aprovechaba las noches para estudiar porque es cuando nadie te molesta. Pues resulta que un día dejamos las sillas encima de la mesa, algo que no solemos hacer, y entonces yo estaba concentrada con música de bandas sonoras de fondo porque me gusta mucho estudiar así y de golpe sonó un ruido muy bestia. Pegué un bote brutal porque pensé que se había caído una de las sillas, pero estaban todas en su sitio. El ruido fue tan fuerte que una amiga de mis hijas, que aquella noche se había quedado en nuestra casa a dormir, se despertó y vino a preguntarme enseguida cómo estaba. ¡Es decir, que había oído el ruido! Si hubiera sido de día quizá no habría reparado tanto en el ruido, pero ese momento de noche… Y ya ves, podía haber pensado que era la madera, que se estaba recolocando, pero el susto ya me lo había llevado.
La frontera entre lo real y lo ficticio se vuelve más difusa en el terror. ¿Algún director te ha vuelto loca por haberse tomado licencias sin explicación en el guion?
Sí, ese tipo de cosas me producen ansiedad, es decir, que las cosas no tengan un motivo. Aunque en este tipo de películas pasen sucesos extraños se trata de personajes reales y tienen que tener una explicación real. No me vale que me digan “es que es terror”.
Y eso teniendo en cuenta que el espectador de este tipo de género suele ser bastante exigente.
Sí, es muy exigente porque las buenas películas las vuelves a ver. Tienen una visión realista y objetiva y luego otra visión dentro de los personajes que tiene su propio mundo. Y a mí todas las películas de suspense o de terror me interesan porque no te puedes permitir cualquier licencia. Además, los guiones de thriller o terror psicológico están hechos al milímetro. A veces me envían guiones y ves claramente donde no encajan.
Muchos actores cuando empiezan no son del todo conscientes de su papel como embajadores de la película y de sí mismos. ¿Qué consejos les darías en este ámbito?
Cuando vas a hacer la promoción de una película hay una estrategia. El equipo debe reunirse y entre todos estudiar cuál es el objetivo común de la película que pueda hacer que el futuro espectador vaya al cine. Recomiendo que no lo hagan a nivel individual porque la unión hace la fuerza. Pero a veces me he encontrado con personas que se saltan lo acordado. Por mi parte intento recuperar aquello que me sorprendió la primera vez que leí el guion. Luego ya pierdes la objetividad porque te metes dentro. Esa primera lectura es importante porque es como lo va a percibir quien vaya a verla al cine.
A lo largo de tu vida has conseguido multitud de premios, entre los cuales se encuentra un Goya. ¿Lo tienes expuesto en algún sitio?
No lo tengo expuesto, sino que lo guardo en la parte de arriba de mi casa, un tipo de desván. Está junto a los álbumes de casa y algo que me encanta, que son las claquetas de la última secuencia de algunas películas como la de El orfanato, Los ojos de Julia y El cuaderno de Sara. Intento que me las den, pero tampoco me quiero hacer muy pesada… En el caso de El cuaderno de Sara, tanto para mí como para el equipo fue una película muy especial. Viajamos a África y convivimos durante un mes y medio conociendo cómo viven realmente allí. Para mí fue un regalo de la profesión, que te permite tener varias vidas en una. Me entregaron la claqueta por sorpresa y el momento ya era de por sí muy emocionante porque la última secuencia que rodamos era el incendio del poblado donde habíamos estado y ya teníamos muchas emociones encima. Ese fue el mejor regalo que me podían hacer. Y esa claqueta la tengo al lado del Goya.
Le llamas desván pero tal y como lo describes es tu santuario.
Es muy gracioso porque estas cosas no las hago intencionadamente. Vas metiendo en un rincón de la casa cosas que te importan y cuando pasa un tiempo te das cuenta que tienes unas cuantas y se convierte en tu forma de recordar.
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