Hace un año por estas mismas fechas tuve el valor, por así decirlo, de verme todas las películas de la saga de Halloween con motivo del estreno de la que era última entrega de esta franquicia en aquel momento. Me estoy refiriendo a Halloween Kills (2021) que suponía, a su vez, la segunda parte de la trilogía perpetrada por David Gordon Green. Un maratón que, ya les avanzo, no volveré a repetir, y que en el fondo fue una auténtica locura; la verdad es que esta saga ha sido estirada hasta el infinito, y en la misma han proliferado muchos momentos que mezclan el ridículo con entregas que están muy por debajo de la mínima calidad que se le puede o se le debe exigir a una película. Y es que ni siquiera en un arrebato de cinefagia, pude salir indemne ante algunas de las mamarrachadas que tuve que presenciar.
En este sentido, Halloween: El final (2022) sigue la estela de los peores momentos de Michael Myers en la gran pantalla; un Myers que se torna aquí como actor secundario, como si de él no se tratase la cosa; un Myers más pasivo que nunca. Es decir, la cinta parece ser más un Batman y Robin, en la que se hace hincapié más en el sidekick que en el propio protagonista. Y este, es uno de los tantos errores que tiene, la que posiblemente sea, la peor película que he visto este año con diferencia.
En Halloween: El final todo es fallido, desde el cartel del filme hasta el tráiler del mismo en el que se muestran el último enfrentamiento entre Myers y Laurie Strode, ya que no solo este duelo es descafeinado, sino que apenas ocupa minutos en el metraje de la cinta. Si ustedes quieren ver un combate final a la altura, les recomiendo el de La noche de Halloween (2018), una película que debería de haber sido única y no la primera pieza de una trilogía que progresivamente ha ido yendo a menos.
Pero los pecados de Halloween: El final no acaban aquí, puesto que su mayor error está en un guion que es un auténtico despropósito. El filme no funciona ni dentro del género de terror en general, ni dentro del subgénero del slasher en particular. El libreto mezcla tópicos y lugares comunes con situaciones inverosímiles y absurdas, que tienen que ver directamente con las motivaciones de los personajes y sus relaciones. Halloween: El final es más bien una película romántica poco creíble, con tufillo a “peli de tarde” en la que tanto Myers como Strode pasaban por allí de puntillas. El verdadero protagonista de esta entrega, Corey Cunningham, es uno de los peores personajes de toda la franquicia; insufribles tanto el personaje como el actor que lo interpreta (Rohan Campbell), aunque el resto de actuaciones tampoco destacan positivamente.
Todos somos personas, y todos tenemos un mal día. Lo más seguro es que haya por ahí alguna crítica mía fallida y mal escrita, puesto que todos tenemos el derecho a equivocarnos. Lo que no es comprensible es que un guion tan terrible haya sido escrito por cuatro personas. ¿Nadie se dio cuenta de que lo que estaban contando ni tenía sentido ni era lo suficientemente bueno? Ni que decir de los monólogos de Jamie Lee Curtis que intentan, sin conseguirlo, darle una profundidad y solemnidad a algo que, en el fondo, no lo necesita. Y esto es lo más irónico del asunto, se toman demasiado en serio cuando el resultado es casi el de una comedia involuntaria. Con un presupuesto de 20 millones de dólares, uno se pregunta dónde está el dinero, porque la esta película luce realmente barata a todos los niveles.
Ni siquiera los numerosos guiños (los títulos de crédito, la canción (Don’t Fear) The Reaper…) que hay en este filme sobre la saga creada en 1978 por John Carpenter, uno de mis directores favoritos, salvan de la quema tal estropicio que no puedo recomendar a nadie, ni incluso a los más fans de la franquicia protagonizada por Michael Myers, con excepción de la olvidada y denostada Halloween III: El día de la bruja (1982), a pesar de ser una de las entregas que más quiero de la saga.
No es culpa ni de David Gordon Green, ni de Danny McBride, ni de Jason Blum de cargarse la franquicia, puesto que esta llevaba ya mucho tiempo muerta. De lo que sí son culpables (aunque no son los únicos en este sentido) es de estirar un chicle que dejó hace tiempo de dar para más, y cuya única motivación realmente es la de hacer dinero. Desde que John Carpenter y Debra Hill por apenas 300000 dólares produjeran la primera película, esta franquicia ha sido siempre rentable; unas veces más, y otras menos.
No se confundan, Halloween: El final solo es la última película de la saga por ahora, porque quién no les dice a ustedes que, en 2028, con el 50 aniversario del estreno de la primera andadura de una franquicia que lleva ya 13 filmes a sus espaldas, no regresará Michael Myers a las carteleras. De hecho, en uno de sus innumerables guiños, el filme acaba exactamente como La noche de Halloween (1978), dejando la puerta abierta a nuevas entregas de un personaje inmortal, hasta el momento, y que solo un sonoro fiasco en taquilla podría mandarle para siempre al otro barrio.
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