Se dice que eres un verdadero amante de las películas cuando aunque las hayas visto un millón de veces, necesitas revisionar tus escenas favoritas, aquellos diálogos maravillosos o como es el caso de Dirty Dancing, intentar aprender sus coreografías. Es por eso que cuando nos gusta mucho una película tendemos a querer poseerla, no nos conformamos en saber que está disponible en una plataforma a la que estamos suscritos. Igual que el lector inunda sus librerías con sus novelas favoritas, el cinéfilo ha creado una hemeroteca con las mejores escenas de todos los tiempos. ¿Quién no querría tener siempre a mano “The time of my life” para ponerle play y no solo eso, continuar la película como si la viéramos por primera vez? Apuesto a que más de uno habrá buscado en YouTube esa escena que tanto gusta por el simple placer instantáneo de verla de nuevo.
Dirty Dancing (1987) nos cuenta la historia de amor y sexo entre un profesor de baile, Johnny Castle (Patrick Swayze), y su alumna adolescente, Baby Houseman (Jennifer Grey), en el verano de 1963. A pesar de sus diferencias sociales crean un vínculo inquebrantable que a través de la danza harán más fuerte. Los obstáculos no son pocos ya que además de la condición social deberán demostrar que su “dirty dancing” no es algo esencialmente sexual y que es una forma de baile y de expresarse que va mucho más allá y que ayudará a Baby a romper con sus ataduras.
Estamos ante un filme que aun sin ser redondo resulta un perfecto disfrute para cuerpo y mente que nos teletransporta a ese campamento de verano en cada visionado. Si hoy en día el despertar sexual de la mujer o el aborto son aún temas tabú en muchas situaciones (no en el cine afortunadamente), en los años ochenta resultó polémico que Baby tomase el papel de mujer fuerte y capaz de hacer valer sus convicciones ante un débil Johnny Castle con muchas inseguridades y prejuicios acerca de la clase alta.
La música, el tercer protagonista
Polémica, química, verano, nostalgia… la película transmite todo aquello que esperas ver en el cine, pero sin embargo no estamos ante una comedia romántica o un musical al uso; los personajes tienen una tercera protagonista que les acompaña y esta es su magnética banda sonora.
Pero la música no solo es importante dentro del filme sino que ya nace de una manera muy especial ligada a cada estrofa. Durante los ensayos de las escenas de baile entre los protagonistas, la guionista (Eleanor Bergstein) proporcionó sus propios álbumes y aquellas canciones acabaron siendo imprescindibles para el montaje final. La productora tuvo que hacerse con los derechos de cada una de las canciones con tal de que pudieran formar parte de la banda sonora de la película.
Polémica, química, verano, nostalgia… la película transmite todo aquello que esperas ver en el cine
Para la mítica escena final, que se convirtió en un instant classic del cine de los 80, debían encontrar la que fuera “la canción” y así fue. “The Time of My Life” (1987), que formaba parte de un álbum de Franke Previte, se escogió como tema principal y fue interpretada por Bill Medley y Jennifer Warnes. En 1988 la canción ganaría el premio Grammy, el Globo de Oro y el Premio Oscar a la mejor canción original.
Sin duda la música de Dirty Dancing influyó a todos los que corrieron a las salas de cine en aquella época y a generaciones posteriores. Los temas de su banda sonora pusieron “de moda” de nuevo la música de los 60 con unos índices de venta inimaginables, alcanzando durante semanas el número uno en los Billboard.
Hoy es una gozada poder disfrutarla en casa y sentir tan de cerca todas estas sensaciones. Para aquellos que busquéis un buen artículo de colección y os fascine poseer los buenos recuerdos, DVD Store acaba de lanzar una nueva edición en Blu Ray que os hará poner en pie y practicar algún que otro bailecito para este verano. Así que… ¡dejad que os impregnen los 60!
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