La protagonista de la serie Skam, Josefine Frida Pettersen, se adentra en Disco en las oscuras aguas del fundamentalismo evangélico. Una propuesta presentada en el Festival D’A 2020.
“En Noruega La llamada suena así”. Con un tagline como este, propuesto por el Festival D’A de Barcelona para promocionar las 12 películas imperdibles de su festival, era difícil resistirse para un fan confeso de la película de Javier Ambrossi y Javier Calvo. Pero mientras el musical español es un canto a la libertad y la reivindicación de la autenticidad de uno mismo, en Disco, de la directora noruega Jorunn Myklebust Syversen, se explora todo lo contrario: la anulación de la personalidad por parte de la religión a través de la opresión que ejercen sobre Mirjam, campeona mundial de baile disco, diferentes apóstoles extremistas de una fe que la protagonista pone en cuestión.
Miriam, personaje bíblico del antiguo testamento, es la hermana de Moisés y Aarón, y fue la lideresa de las mujeres de Israel, las que huyeron del yugo egipcio del faraón para asentarse en la tierra prometida a la que consiguen llegar tras años de éxodo. No sabemos si la elección del nombre de la protagonista fue azarosa, pero lo cierto es que la joven Mirjam se prepara para liderar la iglesia evangélica Libertad, un culto disco cuyo templo se aleja totalmente de la clásica iglesia. Es un espacio diáfano, con cafetería, red wifi y una amplia sala que, limpia de simbología (neón) religiosa, pasaría por una pista de baile.
Alrededor de esta iglesia se mueve el entorno de Mirjam, pues su madre y su padrastro lideran la congregación, y ven con recelos otras iglesias evangélicas de alrededor. Para poner en contexto, el cristianismo evangélico forma parte del cristianismo protestante y mantiene bastantes diferencias con el catolicismo. Bajo su paraguas se pueden englobar multitud de iglesias evangélicas, fundadas por comunidades pequeñas individuales que comparten espacio y pastor, pero cuya interpretación de la Biblia y los evangelios, lo que une a todas estas iglesias, puede ser muy dispar, como vemos en Disco, donde se nos presentan tres iglesias muy diferentes en la forma, aunque no tanto en el fondo.
Mirjam sufre una crisis de fe profunda, algo que remueve sus propios cimientos. Nacida y criada en un ambiente ultra religioso, escondido tras una vida aparentemente agradable, discutir un pilar tan importante de la que ha sido hasta ahora su vida pone en jaque todo lo demás. La infalible campeona de baile cae reiteradamente en la pista, su concentración no es la misma. Su pasión tampoco, y deambula por su propia existencia en busca de soluciones. Sobre todo, de una, que le martillea y de la cual no obtiene respuestas. ¿Quién fue realmente su padre?
Mirjam, esa chica ejemplar que nunca ha roto un plato, ese modelo a imitar y esa estrella, se apaga. Y comete el error de girar por diferentes iglesias, a cuál más extremista, en busca de esa fe perdida y tal vez irrecuperable. Posicionamientos ultra ortodoxos escondidos en estéticas y compartimientos millenials, propios del siglo XXI. La televisión como difusora de prejuicios, mentiras y falsas esperanzas, el pop como hilo musical de una fe vacía, pero recaudadora, y un campamento sectario que adentra en un bosque que destruye las voluntades humanas.
Disco es una historia en la que Dios no pinta nada, pero sobre cuya existencia gira todo. Así de perdidos pueden llegar a estar aquellos cuyos dogmas se soportan sobre intangibles. Nada en contra de la fe, pero esta debe acompañarnos en nuestra vida, no sustentarla. La fe es gaseosa, la vida es sólida, y cuando ésta flota hasta que el gas desaparece, cae a plomo y se rompe en mil pedazos. Y ya será imposible volver a levantarse de la pista.
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