Pere Alberó dirige este documental que convierte al barrio de Sant Antoni en símbolo de la resistencia y la gentrificación en la Ciudad Condal
En algún lugar fuera de plano un acordeón toca el estribillo de Bella Ciao en mitad de la protesta por un desahucio en la calle Comte Borrell de Barcelona, entre el batir de palmas y el izar de pancartas. Y la escena condensa a la perfección la radiografía que Pere Alberó realiza en Girant per Sant Antoni, un documental que habla de los últimos supervivientes de un barrio que ejemplifica la desaparición de una Barcelona popular y humana retratada a través de la reforma de su mercado.
Nueve años estuvo en obras aquel espacio secular, en los que el Sant Antoni que le vio echar el cierre no fue el mismo que brindó con cava para su reapertura en 2018. Por el camino se quedaron no sólo tenderos, sino vecinos y personas sin techo, como Jesús, quien tuvo que abandonar su refugio en el porche de una entidad bancaria cuando el mercado preparaba su reinauguración.
“A medidas que íbamos avanzando en el rodaje vimos que la transformación del mercado afectaba a todo el barrio”, explica el cineasta Pere Alberó, director de Girant per Sant Antoni, que compite en la edición especial del Festival D’A que se celebra en Filmin dentro de la categoría Impulso Colectivo. Su intención como coordinador del máster de Documental de la ECIB había sido otra. Se había propuesto filmar con sus alumnos las obras de remodelación. “La propuesta no acabó de cuajar pero creí que había un tema tan interesante ahí que decidí tomar las riendas del proyecto”, continúa.
Con el sonido de las excavadoras y las piquetas de fondo, Alberó recorre las calles en busca de personajes, sonidos e imágenes que componen un fresco sobre este rincón de Barcelona. La procesión dels Tres Tombs, el sagrado intercambio de cromos y el mercado dominical de libros. Pero también el mobbing, el Sindicat de Llogaters, los okupas, la especulación, los pisos turísticos y las protestas contra los desahucios. Quienes se manifestaron por un Sant Antoni popular y del barrio para la reapertura del mercado, procesionaban con una miniatura custodiada por cuatro cuervos.
Alberó y un grupo de antiguos alumnos de la escuela pasaron cerca de un año de filmación en lo que define como una constante “negociación con la realidad”. “No tiene una estructura fija ni un objetivo determinado. Es el resultado de encontrarnos con una serie de situaciones y reaccionar a partir de ahí”, describe.
“Alberó recorre las calles en busca de personajes, sonidos e imágenes que componen un fresco sobre este rincón de Barcelona.”
Poco a poco el documental se fue convirtiendo en una mosaico de la resistencia. De supervivientes. De los tenderos -los que aguantaron años ‘escondidos’ en una inmensa nave provisional horrorosa y los de establecimientos centenarios como la Casa Gallofré-, de los okupas, de los sin techo, de los trabajadores que vivieron el primer y el último día de las obras y de los vecinos de renta antigua acechados por los nuevos inversores. “Este barrio tiene una problemática muy específica”, asegura uno de los testimonios recogidos. Pero lo cierto es que la cinta funciona como un símbolo de una Barcelona que se degrada y vende en pos de la gentrificación. Otro tipo de plaga que asola a ciudades en todo el mundo.
De carácter mucho más observacional que analítico -no busque respuestas, aquí sólo obtendrá preguntas-, el único problema de Girant per Sant Antoni es su metraje algo excesivo y esa forma de mostrar las bambalinas del rodaje en ciertas escenas que sacan de la historia y que dan un cierto aire amateur.
En esa ilusión de los tenderos por el nuevo mercado el documental dialoga a la perfección con aquel Mercats: renovar-se per no morir, producido por TV3 en 2012 y en el que analizaba el proceso de reconversión de algunos de estos espacios tan emblemáticos de Barcelona y su transformación en una suerte de centros comerciales.
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