‘Yo la busco’, alegría de vivir

El cine español está viviendo un fenómeno que augura grandes frutos en el presente y, sobre todo, en el futuro de una cinematografía que debe ser cada vez más prolífica no sólo en películas si no también en voces. Se da la circunstancia, además, de que al contrario a lo que ha ido pasando a lo largo de la historia de nuestra cine, esta nueva generación viene abanderada por voces femeninas, que lideran las un poco más veteranas Roser Aguilar y Neus Ballús, la ya consolidadas con un único film Carla Simón y Elena Martín, y la nueva hornada que este año se presenta tanto en Málaga como en el posterior D’A. El festival barcelonés acoge una vez más en su edición un catálogo de lo mejor que las nuevas olas nos traen en este año 2018, en un fenómeno que han tenido a bien denominar Un impulso colectivo, pues como buena ola, se forma de un conjunto de gotas de agua, que unidas, rompen contra la arena, erosionando. Cada nueva ola, transforma la orilla, que nunca volverá ser como antes.

En la sección Zonazine del Festival de Málaga, la directora Sara Gutiérrez Galve, nacida en 1994, presenta en estreno mundial Yo la busco, su ópera prima. La película nace como un proyecto final de grado para la Universitat Pompeu Fabra, como anteriormente lo fueron Les amigues de l’Àgata y Júlia Ist. Además cuenta con la producción de Nanouk Films, la productora de Ventura Durall, quién observando con admiración el nuevo movimiento de jóvenes directores catalanas, decidió sumarse al proyecto viendo que el film “iba más allá del retrato generacional, empujando los límites establecidos para cuestionarse nuevos modelos en las relaciones heterosexuales a través de una odisea realista por una Barcelona nocturna casi onírica”.

Max, un treintañero que trabaja como modelo de desnudos artísticos, inicia una búsqueda sin objetivo por la ciudad condal, pero sí con un detonante. Su compañera de piso Emma dejará su habitación la mañana siguiente para ir a vivir con Bruno, pareja de ella y amigo del protagonista. Para Max, el abandono significa poco más que una traición, no por el hecho de dejarle solo en el piso, y también por sentirse secretamente enamorado, sino por ser el último en enterarse.

Sin ser una comedia, la película está repleta de momentos de comicidad que hacen que el viaje de acompañar a Max toda una noche se haga profundamente empático. Un viaje construído a base de episodios donde aparecen y desaparecen personajes que vuelven a hacer buena la cita de Tennesse Williams en Un tranvía llamado deseo: “siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”. Aún así, el tono es realista, ya que aunque todos tienen algo con lo que ayudar a Max, ninguno le da más el brazo que la mano, porque en el fondo, se acaban de conocer.

Max no avanza, los amigos que lo rodean sí. Mientras algunos ya han ido y han vuelto, él se encuentra varado. Mientras la paternidad aflora en su entorno, al menos como deseo, Max parece no haber aprendido a cuidar de si mismo. Yo lo busco es, sin duda, un retrato del cíclico existencialismo de la generación millennial, desubicada tras sufrir el hachazo de la crisis, que nos alejó, no sólo de empleo y de oportunidades, también de una motivo por el que merece la pena vivir: la alegría, que a menudo encontramos en las cosas pequeñas.

Pablo Sancho París
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Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.