El documental El dilema de las redes denuncia el poder e influencia que han alcanzado las empresas tecnológicas en todo el planeta, que ponen en jaque la libertad de los usuarios
En menos de dos décadas las grandes empresas tecnológicas como Google, Facebook y Twitter han cambiado el paradigma no solo de los canales de comunicación, sino del día a día de la sociedad a nivel mundial. Actualmente forman una de las industrias más poderosas del planeta, capaces de influir en el comportamiento de las personas y, llegados a un punto, incluso manipular la opinión pública para doblegar gobiernos. Con el estallido de las fake news se ha hecho más notorio el poder de persuasión de las redes sociales y el reto que tienen por delante organismos y gobiernos para regularizar un sector que no solo no aminora su expansión, sino que cada vez refina más sus herramientas para conseguir resultados personalizados mucho más certeros.
El documental El dilema de las redes (disponible en Netflix), de Jeff Orlowski, expone de forma alarmante una situación en la que nos vemos todos inmersos, donde dichas empresas tecnológicas tienen un papel protagonista con sus acciones y decisiones que repercuten enormemente en nuestras vidas. A través de entrevistas a varios empleados que han formado parte de sus equipos y que han tenido un rol de importancia en el desarrollo de las diferentes herramientas sociales, conocemos de primera mano la oscura trastienda del propio sector tecnológico.
Aunque a nadie se le escapa que Google, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, Pinterest, Tik Tok y Snapchat, por nombrar a las plataformas sociales de mayor calado en el mundo, se han convertido en herramientas de gran utilidad para sus usuarios, también entrañan un pérfido objetivo: rastrear sus intereses y comportamientos para reconducirlos hacia los resultados de negocio deseados por las empresas que invierten en ellos.
El elevado grado de inmersión de las redes sociales ha comportado problemas de gravedad como la adicción, enfermedades de salud mental (depresión, anorexia…), dispersión de bulos mediáticos, polarización y radicalización de opiniones… Esta última, precisamente, está siendo una de las claves para comprender el peligro de un sistema que prima su algoritmo en beneficio de los anunciantes, lo que lleva a mantener al usuario en una burbuja que refuerza sus convicciones y pensamientos.
Y es que el modelo de las redes sociales se basa en la desinformación. Según el documental, un bulo se expande seis veces más rápido que la verdad, por lo que, tristemente, se gana más dinero con las mentiras. Conseguir que el sistema contenga la inteligencia artificial suficiente para detectar falsedades y se vuelva adalid de la verdad es el mayor reto al que se enfrentan todas estas empresas tecnológicas. Aunque para ello deban sortear un escollo más difícil todavía: las presiones de sus accionistas.
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