Es cierto que la vida nunca es una página en blanco, sino que con los años vamos “escribiendo” nuestras propias páginas románticas, dramas o thrillers, que ya no se pueden borrar y que, además, condicionan nuestro futuro. Pero a veces nos quedamos en un atasco creativo que no nos permite avanzar, y nos dedicamos a releer el pasado. Y eso es lo que le pasa al protagonista de Un invierno en la playa, interpretado por Greg Kinnear.
Además en este filme la analogía es fácil porque este personaje es un escritor de éxito que lleva sin escribir desde que le dejó su ex mujer, interpretada por Jennifer Connelly. Así que nos encontramos con un novelista que espera que vuelva el amor y la inspiración.
Por otro lado, su hija universitaria Samantha, interpretada por Lily Collins (Mirror, Mirror), sufre una grave aversión al compromiso por culpa del divorcio de sus padres, al tiempo que consigue publicar su primera novela (“con muchos tacos y sexo”). Mientras, el otro hijo adolescente, Rusty, al que da vida Nat Wolff (Ciudades de papel), digiere sus primeros sentimientos amorosos en la dura etapa de instituto, entre lecturas de Stephen King y la escritura de poemas de “amour fou” y cuentos de terror (sic).
Un invierno en la playa (Stuck in love, el título original del filme en inglés) es una comedia indie sobre una familia de escritores y los momentos agridulces de la vida, sobre la literatura y su inspiración, y sobre la posibilidad de reescribir nuestra historia en cualquier momento. Una película escrita y dirigida por el entonces debutante Josh Boone (más tarde dirigiría Bajo la misma estrella y, vistas en retrospectiva, vemos puntos en común en su filmografía) que crea un producto entre lo independiente y la comedia romántica de género, con personajes redondos, verosímiles y magníficamente interpretados por el elenco, que gustará más cuanto más amante de la literatura seas.
Porque aquí la literatura y la vida van de la mano en una familia de escritores donde cada uno de los personajes refleja en el papel su momento vital. La hija, ya en la universidad, decide prescindir de los consejos de escritura de su padre y publica su novela sin consultarle. Por el contrario, el hijo púber necesita aún el empujón de su padre; “Un escritor es la suma de sus experiencias, sal a vivirlas”, le suelta a su hijo. Mientras, sospechosamente, la madre relee los libros de su ex marido después de haberle dejado para tener una relación con un hombre más joven y menos intelectual.
Así, la historia transcurre durante un año (de un Día de Acción de Gracias al siguiente) en que todos los miembros pasan por parecidas fases vitales; desde el miedo a exponer lo que sienten, a abrirse a situaciones sentimentales nuevas, el ensayo, el error,… creando una trama plagada de referencias al oficio de escribir (“Tu hermana es una buena escritora y es porque es valiente en la vida”) y a escritores como Flannery O´Connor, Raymond Carver o Stephen King. Este último incluso hace un cameo telefónico.
Puede que el happy end de esta historia sea predecible pero el in media res está bien hilvanado, con una sugerente banda sonora, unos personajes creíbles y situaciones que oscilan entre el (algo de) drama y la comedia y que dejan un poso de optimismo al final del filme y un mensaje: “Todos podemos reescribir nuestra vida”.
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