El pasado jueves 1 de marzo nuestro amigo y compañero Andreu Navarro, cofundador de Industrias del Cine, nos dejó a la edad de 74 años.
Andreu era corrector. No le gustaba que se usasen extranjerismos ni faltas de ortografía, ni en los textos ni en el habla cotidiana. Tenía esa actitud que te da la edad, de estar ya por encima de tantas tonterías y correcciones, y cuando tenía que decir algo, lo decía, y muy bien dicho. Hilaba fino, que se dice, tanto en la ortografía como en la vida.
Estudió filología y trabajó de corrector de textos en varias editoriales y en el diario El País. En este último trabajo es donde, siempre explicaba, adquirió el hábito de irse a dormir tarde. Quizá de esa costumbre es de donde sacaba las horas para tanta actividad.
Le gustaba vivir bien y era un trabajador incansable. Le conocimos ya jubilado, pero de retirado nada. Un día apareció por una junta de Cineclub Vilafranca, se informó de lo que se hacía allí, y ya no volvió a faltar a una sola reunión. Allí aportaba ideas, corregía textos, y luchaba incansablemente por recuperar los grandes clásicos del cine. Allí nos conocimos los cuatro amigos que más tarde cambiamos de proyecto y nos embarcarnos en esta web, donde él seguía trabajando como el que más. De hecho la gestación inicial de este proyecto surgió en su casa, y suyo fue el primer artículo colgado en Industrias del Cine. En su casa nos acogía y nos alimentaba, y allí siempre se nos hacía tarde hablando de cine y de un sinfín de conspiraciones, así como de cualquier tema que se nos pusiera por delante. Fue un gran conversador y, pese a su discreción, siempre apuntalaba las conversaciones con comentarios sarcásticos y llenos de ironía. Aunque reconocía que pocas veces reía en el cine, su sentido del humor era infinito.
Él se tomó siempre muy en serio sus tareas, imprescindibles, de corrector y de redactor. Y así hizo siempre con todo, tanto en el ocio como en el trabajo. Por ello, a pesar de dejar su Barcelona natal una vez jubilado y venirse a vivir al Penedés, no se lo tomó como un retiro, sino como una nueva etapa en la que siguió con sus aficiones y conoció a nuevos amigos; los de cineclub de Vilafranca, los de la biblioteca de Sant Quintí de Mediona, donde mensualmente organizaba cineforums, pero también los del grupo de teatro amateur de Sant Miquel de Olèrdola, donde también participaba. El teatro, junto al cine y el jazz, fue otra de sus grandes pasiones. De joven, se formó de la mano de ilustres nombres de la escena catalana como Adrià Gual y Ricard Salvat.
Nadie puede recordar a Andreu diciendo que no quería hacer algo porque estuviese cansado o no tenía ganas. De hecho, siempre repetía, como un reproche con sorna, que la juventud de hoy en día siempre estamos cansados. Era él quien más proponía planes; la filmoteca, el teatro, ir a cenar,… Andreu cogía el coche y se desplazaba sin problema de un sitio a otro, nos llevaba a Sitges, a Barcelona,… a donde hiciese falta. Nos alegramos que viviera hasta casi el último momento como sabíamos que le gustaba vivir. Fue y será un ejemplo de vitalidad para todos nosotros.
Nos hacia sentir especiales y nos hemos sentido siempre orgullosos de haber tenido su amistad. Que nos perdonase y calmase nuestra apasionada juventud y nuestras incansables ganas de guerrear, y que la edad nunca haya sido algo que nos separase. Nosotros nunca lo tuvimos en cuenta, porque, básicamente, nos unimos en amistad por nuestras afinidades, por nuestras ganas de hacer cosas y, sobre todo, por nuestro espíritu cinéfilo. Y él nos seguía a nuestro ritmo, sino más, en todo lo que hacíamos.
Cada uno de nosotros tenemos muchas anécdotas con Andreu, siempre con su bandolera al hombro, pero todos coincidimos en que era culto, inquieto, de buena conversación, viajero,… Un hombre con mucha memoria y con un alto sentido de la ética y de la estética y, por encima de todo, amigo de sus amigos, a los que siempre fue leal.
La vida se lo ha llevado mucho antes de lo que hubiéramos querido, se nos ha hecho corto estar con él. Andresito el Batallador, como nos gustaba llamarlo, ha hecho honor a su mote hasta el último día, luchando en las últimas semanas contra su repentina enfermedad.
Echaremos de menos tu amistad, porque éramos cuatro y ahora somos tres, pero alzamos una copa de cava, de esas que pedías después de cenar, y brindamos en tu honor.
Nos volveremos a encontrar, querido Andreu, porque como decía Humphrey Bogart en Casablanca: “este es el inicio de una gran amistad”.
Me quedo desolado, os envío mi más sentido pésame a todos vosotros y por supuesto a su familia. Me ha venido a la memoria algunos paseos de vuelta a casa después de la sesión de cineclub del jueves en los que comentábamos la película y en los que también me contó algo de su pasado como corrector, y cuando nos separábamos yo me iba pensando “que tío más interesante”…. Descanse en paz.
Pedro Javier, gracias por tus palabras. La verdad es que los jueves conseguimos crear una gran familia de amigos cinéfilos. Un abrazo fuerte de vuelta.