‘Abou Leila’: destruirse para salvarse

Cuando la acción de Abou Leila se traslada al desierto del sur de Argelia, todo cambia. No sólo porque el paisaje adquiera protagonismo, que lo hace mediante un trabajo de fotografía brillante, sino porque empiezan a atarse los cabos que el director Amin-Sidi Boumédine ha ido mostrando durante todo el metraje anterior. Nos sumergimos en un ambiente onírico y en parte surrealista, y es entonces precisamente cuando, parafraseando a J.V. Foix, lo vemos todo claro: no es venganza, es el trauma de la violencia.

La poesía, sea visual, sea en forma de cuento rememorado por el protagonista, nos guía a través del viaje que dos amigos emprenden en busca de un peligroso terrorista hacia el desierto. Al principio asistimos a la road movie sin saber demasiado de la pareja, más allá que uno de los dos parece encontrarse físicamente mal, pero pronto sabremos tanto de la motivación del viaje como de la explicación a su estado alterado.

Vivimos los delirios del protagonista en primera persona. Vemos su trauma infantil con el rechazo a la violencia, compartimos su angustia, y al final somos testigos de su bajada a los infiernos, en una escena de tintes lyncheanos que nos sobrecoge. Pero ese es el principio del fin, solamente. En una progresión más emocional que narrativa nos espera aún la conversión del djinn en león. “El león quiere ganarse su libertad y reinar sobre su propio desierto. Lo destruye todo en su batalla por ser dueño de sí mismo”. Sólo así puede convertirse en niño, redescubrir su inocencia, y empezar de nuevo. Una vez poseído, para salvarse hay que destruirse, no hay otro camino, tan fácil y a la vez tan devastador.

Abou Leila se sitúa cronológicamente en la Argelia devastada por los atentados terroristas de mediados de los años noventa. Su objetivo no es un fresco de la situación en el país, sino una reflexión de cómo la violencia extrema e indiscriminada afecta a las personas. Como dice el compañero del protagonista, “no todas las personas aguantan lo mismo”.

Amin-Sidi Boumédine exhibe nervio y oficio en su primer largometraje, demostrando su dominio de la narración durante toda su extensión. Abre con un atentado en plano secuencia con aires de Costa-Gavras, enlentece el ritmo en planos contemplativos durante el viaje, y se sumerge en la angustia alucinatoria en la parte final. Tamaño riesgo, que sin un objetivo claro podría haber derivado en una mezcla difícil, fluye de manera casi natural, como si cada transición fuera la única solución lógica.

Abou Leila se ha alzado con el premio de la Crítica en el Festival D’A que se ha celebrado en versión online a través de la plataforma Filmin. Suma este reconocimiento a su paso por la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y el premio a mejor película en la sección Nuevas Olas del Festival de Sevilla, todo un éxito para esta ópera prima del director argelino.

Jaume Felipe
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Vinculado al CineClub Vilafranca durante más de dos décadas, y con media vida en el mundo de los medios de comunicación y la fotografía, actualmente me hallo en la biblioteca pública, desde donde dinamizo programas colaborativos de cine para la Xarxa de Biblioteques Municipals de la Diputació de Barcelona.

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