Fatih Akin dirige esta película ganadora del Globo de Oro y del Critic’s Choice a la mejor película en habla no inglesa. Después de pasar el corte de la shortlist de las nueve películas extranjeras finalistas al Oscar, no fue nominada a un premio en el que, pese a los anteriores galardones, nunca acabó de figurar como favorita. Donde sí triunfó En la sombra fue en el pasado festival de Cannes, donde a pesar de recibir críticas dispares, su protagonista Diane Kruger fue recompensada con el premio a la mejor actriz, en el mejor papel de su carrera hasta la fecha.
El cineasta alemán de origen turco Fatih Akin vuelve a centrar su atención en la inmigración, una constante en su carrera. Kruger interpreta a Katja, una mujer alemana que, como vemos en el prólogo, contrae matrimonio con un hombre de origen turco en la cárcel, dónde él se encuentra condenado por tráfico de drogas. Una elipsis nos lleva hasta a años más tarde, cuando Katja y su marido han ampliado la familia con la llegada de su hijo Rocco. Una explosión acaba con la vida de ambos y Katja inicia así un proceso de duelo que desembocará en venganza.
Porque la muerte no llega de manera accidental. La explosión en la que pierden la vida hijo y marido es un atentado terrorista, de los que existen en el corazón de Europa y de los que apenas se habla. Akin pone el foco en el odio creciente en nuestra continente hacia el que viene de fuera en busca de una vida mejor. Y este odio creciente desemboca en partidos de ultraderecha y millones de votantes xenófobos.
Los personajes son presentados de manera sencilla, a grandes trazos. El atentado desquebraja la familia de Katja y pone en marcha una investigación policial, entestada en descifrar el porqué del atentado, los motivos. Difícilmente en otros atentados se busquen los motivos, se buscan directamente los culpables, porque en uno y en otro el motivo es el mismo: el odio. Lo que separa un atentado de otro no son los culpables, sino las víctimas, y la película parece decirnos, que hay categorías de víctimas, unas que solo necesitan morir para serlo, y otras que antes deben demostrar su inocencia. No nos extrañemos pues, si algunas víctimas terminan convirtiéndose en verdugos.
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